El árbol del agua grande



El árbol del agua grande




Autor: Federico García Lorca



En el principio del mundo, cuando la obra estaba aún incompleta, cuando no había agua ni luz. Solo estaban el cielo, la Tierra, y unos cuantos pájaros. Sobre la Tierra, había un árbol inmenso que la cubría toda.

Así fue que Yoi, el primer padre, decidió que había que terminar la construcción de lo que hacía falta y le dijo a su hermano Ipe, el único que lo acompañaba en la inmensa oscuridad:

–Vamos a convocar a todos los animales porque vamos a derribar este árbol para saber qué hace falta.

En seguida fueron convocados todos los animales que ya existían y comenzaron a picar, morder y golpear el árbol con el afán de derribarlo. Por fin consiguieron desbastar el tronco, pero he ahí el asombro, porque lo zarandeaban y el árbol no caía. Entonces Yoi llamó a la ardilla trepadora, la pequeñita trepó hasta la copa del árbol y allí vio lo que no dejaba caer al árbol: un perico tenía aferrada la copa del árbol con una pata y con la otra se sostenía del cielo.

–¡Ah, era eso! Está bien, pensaremos en una solución –dijo Yoi. Entonces mandó a recoger un ají bravo y envió a la ardillita a que subiera otra vez.

–Ve donde el perico y le pones ají en el pico.

La ardilla subió y puso el ají en el pico del perico, el cual no pudo impedirlo, ocupado como estaba en detener la marcha del mundo, con una pata en la cúspide del árbol del mundo y la otra sujetándose del cielo.

Ahí empezó el caos, el descontrol se apoderó del perico pues le comenzó a arder la lengua, tanto que tuvo que soltarse del árbol.

El árbol comenzó a caer. Y he ahí la maravilla, que cuando tocaba la tierra brotaron las aguas. Un grandioso caudal se formó de su tronco y otros menores de sus ramas. Y lagos y lagunas de la hojarasca.

Regocijado, Yoi se introdujo en el agua, recorriéndola, contento. Fue mayor todavía el contento cuando vio que las gotas que salpicaban de su cuerpo se convertían en una multitud de peces que colmaron de vida el Amazonas.

Entonces notó que sobre el agua flotaba el corazón del árbol, lo plantó y lo cuidó con esmero. Y fue así que a los cinco meses dio un único fruto: un umari.  Yoi lo recogió y sucedió la maravilla, pues al momento surgió una mujer, la primera esposa, la esposa de Yoi. La primera pareja estuvo ya lista.

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